Todos los años por navidades desde hace no se cuantos, siempre alguien me ha regalado algún cachivache electrónico o si no yo en su defecto me lo he hecho antes, o días después.
Pues parece que este año tiene toda la pinta de ser el primero que no parece que ...
Como colecciono los enredos mas disparatados, mi hija mayor que sabe como respiro cuando sale por esos mundos suele aparecer con alguno y, creo que fue en Salamanca que entraría en uno de esos lugares y no lo pensó dos veces.
-¡Ea! esta caja de madera me gusto para poner dentro aquello otro que también me gusto.
Así que este año no te regalare ningún cachivache electrónico.
Hoy no conducía así que a parte de mirar por la ventanilla pensar solo en todo eso.
Esta ha sido una mañana muy fría. Nublada. A veces parecía que se apareciese el color del sol, pero algo efímero. El gris reinaba. Y el viento terminaba de hacerla por fin desapacible.
Todos los días tienen su cosa buena o agradable o lo que sea, que no tan solo pasable o totalmente nefasto, o lo que sea.
La verdad es que después de tantos días sin salir a pasear esa pequeña cuesta se me hizo ligeramente cuesta arriba. Aunque lo cierto es que era eso tan solo una cuesta en este caso hacia arriba. Pero iba animado porque en esa calle también llena de garitos donde por la noche tomando una copilla se puede escuchar Jazz en alguno o cualquiera otras músicas en los otros. Pero de día es tan solo una calle comercial mas, rara, pero eso. Buscaba un lugar de encuadernación muy cuco por la fotos en Maps. No me costo mucho encontrarlo pero me pareció raro que a la una y media de la tarde estuviera ya cerrado. Pregunte en el servicio técnico de electrónica de enfrente y resulto que podría estar cerrado por la hora y que quizás por la tarde...
Así mientras me alejaba de allí un bastante frustrado decidí marcar el teléfono que aparecía en la pagina web y me contesto la voz agradable de una chica que me acabo de frustrar del todo.
-Hemos cerrado.
- Roma, buenas tardes...¿Deseaba algo?
-Pues si, encuadernar un libro. Ponerle unas pastas decentes.
-¡Ah! Lo siento es que ya terminamos de desmantelar el taller... Si, no...
-¡Vale, vale lo siento. Gracias!
Volví a donde tenia aparcado el coche a pilas de la madre de las nenas y me puse a buscar algún otro lugar donde me pudieran atender. Lo puse en marcha mientras buscaba en Internet algún otro encuadernador. Estos coches me dan repeluzno, no hacen ruido y ademas lo hacen casi todo solos y eso no me termina de convencer porque y si de pronto hace algo que yo no quiero que haga y me doy un porrazo, el porrazo seria igual que si me lo doy en el mio que si hace ruido pero si me confundo soy yo y no el. Si bueno echa humo y a veces huele a gasolina que apesta. Pero no se, aun me me fío mas de el...Me imagino que con el tiempo...
Volviendo al teléfono (¡Je, Teléfono, Internet, selfies...!) Me contesto un señor muy amable.
- No, no, si va a venir esperaremos aunque sean las dos no se preocupe.
- La verdad es que me hubiera jodido muchísimo tener que venir otro día desde mi pueblo cargado con el libro. Pensé.
Valió la pena el lugar, todo lleno de libros una especie de enorme cajón desastre, libros viejos, muy viejos, nuevos, recién encuadernados y ademas el olor a todos ellos que no funcionan a pilas.
Enseñe a aquella chica el pobre libro amarillento que traía, envuelto en un enorme trozo de papel cebolla negro y todo ello, dentro de una bolsa de infame plástico sostenido con tremendo cuidado como si se le fuera a ir la vida de un momento a otro por su vejez.
El lugar era como esas librerías vetustas y por lo regular algo oscuras que tanto me gustaban y que ya cada vez se podrían contar como algo rarisimo en las que solía perderme y dejar pasar el tiempo mirando en las estanterías esos libros de octava mano que al final acababa siempre alguno en las mías. Ya lo he contado alguna otra vez. Me gustan porque muchos de ellos suelen llevar anotaciones de alguno de sus antiguos dueños que por lo general ahora, son polvo desde hace mucho mucho tiempo ya en algún cementerio perdido o no tan perdido. Y pienso que mientras un vivo, en este caso, lo lea pues no están tan muertos porque si las ideas no mueren por que lo va ha hacer el portador de las mismas. Mientras alguien le recuerde al menos vivirá por unos segundos aunque solo en la cabeza de este.
Volveré
A mi me regalaron hace como 40 años una caja muy parecida, pero no es de madera, es de piel de cojón de elefante, eso me subyugó al instante, y no se porqué, siempre la tengo conmigo, aunque se me olvida, y como ahora, al recordarla, ola miro con amor, y comienzan a legar los recuerdos a raudales... :)
ResponderEliminarSalud
Joer!
ResponderEliminarPobre bicho.
:)