en la noche era yo y era el único momento en que cualquier creación podría ser posible. Ahora puede ser a cualquier hora. No tengo que hacer nada que no quiera hacer, pero sigue siendo la hora bruja, aquella en la que todo sigue siendo posible porque la sensibilidad está a flor de piel y las cosas salen sin dificultad. Solo hay que pensarlo y hacerlo.
Hacer bailar la luna o... volar a los pájaros aún cuando sea la hora en la que los pájaros no vuelan.
Por eso no conviene casi nunca dar por hecho algo. Como una foto presuntamente fallida. Siempre hay alguna manera de sacar belleza de donde solo parece haber caos.
Pues lo mismo en cualquier situación que se presente.
Ya no tengo necesidad de quedarme hasta la madrugada para que no venga el día siguiente, o al menos no tan pronto. Pero ocurre que sigo siendo el mismo ser nocturno porque ahí es donde estoy en mi elemento. Entonces tenía compañía, compañía con largas conversaciones en el ciberespacio. Pero claro, es que allí son siete horas menos.