31 ago
No
es la primera vez que lo digo, es más, lo he repetido aquí mismo más de una vez.
Desde que puedo recordar, siempre ha habido música en
mi vida. Cada día he escuchado algún tipo de música. Me gusta prácticamente toda,
si exceptuamos el “reguetón” por decir alguna que más bien no. Sí, ya se… Soy
raro a la hora de escoger, aunque hay poca gente a la que no escogería en este
tema. Por ejemplo, en cuanto a la “clásica“ me resistí durante muchos, incluso quizás
demasiados, años a "Mozart". Mi amiga Merche, directora por entonces en el
conservatorio me miraba horrorizado y pensaba que eso no podía ser teniendo en
cuenta mi afición total por el arte, ese arte. Al final se lo tuve que explicar;
era un monstruo de los de siete cabezas en esta disciplina y debía resistirme
porque sabía que antes o después terminaría cayendo en sus harmoniosas garras (como
al fin terminó por ocurrir) y ya sería irremediablemente imposible la marcha atrás.
Algo parecido me ocurría, aunque en este caso con cierto espacio de tiempo, los
ochenta- noventa, aunque en esta ocasión y quizás por eso cierto día llegué y
los escuché, eran “Talking Heads” comenzaron en la última parte de los setentas.
He sido raro en cuanto a esta afición, bueno y más; es
que soy raro y punto.
Posiblemente fuera, ¿aunque quién sabe? una de las
razones de por qué aquella chica, mi amor primero fuera de lo corriente
y normal (en cuanto a los dos) y a la vez imposible luego, (duró siete
maravillosos años que al fin y al cabo luego fueron toda una vida) se enamoró
de aquella misma manera de mí. No se realmente si yo la introduje en ese, mi
mundo de música o ella ya venía predispuesta a él, pero desde el primer momento
escuchamos música juntos cada momento juntos, compramos mi música cada día que había
que hacerlo juntos. Y cuando tuvo que ausentarse por su llegada a la
universidad de mi lado, me escribía haciéndome notar que celosa de nuestra
amiga común, “P” porque me acompañaba a la tienda de discos en su ausencia, se sentía,
pero más por no poder ella trastear conmigo que disco íbamos a adquirir último.
Por eso, aunque claro no lo más importante como se puede deducir, la soledad de
la ruptura entre los dos fue tan traumática. Escuchar toda esa música en
soledad ahora era en cualquier momento del día a parte de más feliz por la
música en sí mismo, terrible sensación de falta al tiempo.
Desde entonces escucho mi música siempre en pie.
P.D. Creo que tampoco, he dejado de pensar un solo día en ella por una u
otra razón desde que la vi.
Las personas raras tienen su "aquel".
ResponderEliminarMe gustó mucho lo que contaste de la chica con la que escuchabas los discos ,
¿Y la manía de escucharlos de pie?. ¿Siempre?
Sí, me pongo en medio de los cuatro altavoces en el caso del estéreo i si es surround igualmente y así escucho mejor el sonido. En el caso del ordenata, si estoy trabajando estoy sentado, pero tengo orientados todos los altavoces desde arriba del techo de forma que tanto el estéreo como el surround se pueden escuchar de pie o sentado. Pero no hay problema, también tengo conectado un tocadiscos al ordenador.
EliminarLas soledades compartidas siempre nos marcan, ¿verdad? Pero es cierto, cuando perdemos esa parte dejan un hueco que parece imposible de llenar.. que, en realidad, nunca se llena.
ResponderEliminarNo, vienen parches pero tampoco es igual cada persona es un mundo en sí.
EliminarLa música lo llena todo, aunque ese todo no esté...
ResponderEliminarBesos
Musica a todas horas. Que no falte.
EliminarBesos.
Te envidio un poco, a ti y a todas las personas que viviis tan cerca de la música. Tan acompanyados por ella. A mi me gusta, la disfruto, pero reconozco que no cada día escucho música, y que algunos días ni me acuerdo que exista. Otros días, la puedo escuchar durante horas. Y ya me imagino que compartirla tiene que ser muy intenso.
ResponderEliminarUn abrazo , Erik
La música en compañía es de lo mejor que existe.
EliminarUn abrazo.
Que interesante lo que nos cuentas. Viva la música. Besos.
ResponderEliminarQue viva siempre 😊
EliminarBesos.