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Son coeur est un luth suspendu; sitôt qu'on le touche il résonne.
acuario
Por si se me escapara alguna palabra rara...
“Somos primos del castellano, pero no hermanos o hijos”
jueves, junio 21, 2018
cartas
t&e
Ya no se lleva. Pero en tiempos no se cuantas escribiría, las que importaban con estilográfica. Iban y venían. Venían pero algunas no salieron de nuevo. Mas de un error. Otras Ya solo se escribieron virtuales, y nunca sabré que llegaron.
Te vi una
vez, una sola:
Te vi una
vez, una sola, años atrás;
No diré
cuántos, aunque no fueron muchos.
Fue en
julio, a medianoche, la luna llena,
Elevándose
como si fuera tu alma, se abría,
Rauda,
camino cielo arriba. De su halo,
Una sedosa
llovizna de luz plateada
Caía tibia,
soñolienta y suavemente
Sobre los
rostros vueltos de las mil rosas
De un jardín
encantado que la brisa
Sólo osaba
visitar de puntillas;
Caía sobre
los rostros vueltos de esas rosas
Que, a
cambio de la amorosa luz, se desprendían,
En un
éxtasis final, de sus almas llenas de aroma;
Caía sobre
los rostros vueltos de las rosas
Que,
embelesadas por ti y por la poesía
De tu
presencia, morían con una sonrisa.
Toda vestida
de blanco, te vi reclinada a medias
Sobre un
lecho de violetas; la luna, entretanto,
Bañaba los
rostros vueltos de las rosas y el tuyo,
Vuelto
también, aunque con aflicción, hacia ella.
¿Acaso fue
el destino -ese destino que a menudo
Solemos
llamar aflicción- quien, esa medianoche de julio,
Me retuvo
junto al portal del jardín para que oliera
El incienso
que desprendían las rosas? No había eco
De pisada
alguna: el mundo odiado dormía; todos
Salvo tú y
yo. -¡Oh cielos! ¡Oh Dios! Cómo sublevan,
Al juntarse,
esas dos palabras mi corazón-. Todos
Salvo tú y
yo. Me detuve, eché una mirada
Y de pronto
todas las cosas se esfumaron
-Aquel era
un jardín encantado, ¿recuerdas?-.
El
resplandor perlado de la luna se disipó;
Los bancos
mohosos y los sinuosos senderos,
Las flores
alegres y los árboles vencidos
Cesaron de
existir; incluso el aroma de las rosas
Sucumbió en
brazos del aire adorable. Todo,
Todo expiró
menos tú, todo salvo tú:
Salvo la luz
divina de tus ojos,
Salvo el
alma de tus ojos elevados.
Sólo a ellos
vi, para mí fueron el mundo.
Sólo a ellos
vi, sólo a ellos durante horas.
Sólo a ellos
mientras brilló la luna.
¡Qué
historias lastimosas parecían encerrar
Esas
celestiales y cristalinas esferas!
¡Qué oscura
congoja! ¡Qué sublime esperanza!
¡Qué mar de
orgullo silencioso y sereno!
¡Qué osada
ambición! ¡Y qué profunda,
Qué
insondable capacidad para amar!
Pero al fin
la noble Diana se retiró
Hacia su
lecho occidental lleno de negras nubes;
Y tú, un
fantasma, te escabulliste también
Por la
arboleda sepulcral. Sólo tus ojos permanecieron;
No deseaban
irse: aún no se han ido. Aquella noche
Iluminaron
mi solitario regreso a casa y, desde entonces,
Al contrario
que mis esperanzas, no me abandonan.
Siempre me
siguen, me han guiado a través del tiempo;
Son mis
ministros, yo soy su esclavo. Su cometido
Es iluminar
y dar tibieza; mi deber
Es ser
salvado por su brillante luz,
Purificado
por su ardor electrizante,
Santificado
por su fuego puro.
Tus ojos
llenan de belleza y esperanza mi alma
Y titilan,
lejanos, en el firmamento. Son las estrellas
Ante las que
me postro en las vigilias solitarias;
Mas en la
diáfana claridad del día también los veo:
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