Subía con no se que prevención por ver que encontraba allá arriba después de la tormenta de anoche.
El granito de los suelos se veía resplandeciente de limpio y al llegar a la plaza el olor de las lavandas agradecidas a la lluvia se dejaban notar en el aire a lo bestia.
Es como si no hubiera pasado nada. Un día luminoso después de una tormenta terrible. Pero lo cierto es que nos hemos cargado el clima.
Y ese olor me trajo el sonido de aquellos vinilos de Génesis que poníamos una tras otra vez aquellas lejanas noches de invierno asomados a la ventana abrazados muy apretados dándole calor yo a aquel cuerpecito pequeño suyo escuchando al tiempo el golpeteo de la lluvia sobre la calle y sobre toda la penumbra de mi cuarto esa música llenándonos y llenándolo todo.
Ya no llueve así, ya no huele así, quitando la plaza del cementerio, y ya no siento aquel pecho contra el mio.
Pero. . .
ResponderEliminarEs delicioso el aroma de la tierra (con toda su vegetación) después de la lluvia. Es olor a vida, a renovación, a volver a empezar nuevitos... es un olor que sacude y a la vez acoge la nostalgia que produce el repiqueteo de las gotas de lluvia en la ventana, o en la calle o sobre el tejado.
Me llenó de recuerdos tu entrada
Beso
Muy nostálgico, pero me emocionó.
ResponderEliminarBesos.
Por aquí ni una gota, y lavanda...tampoco... :(
ResponderEliminarSalud
Si son buenos recuerdos me encanta.
ResponderEliminarBeso
Pues nada Genin a esperar. A mirar para arriba como las ovejas por aquí. A ver si llueve.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Amapola un beso muy grande.
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