Es mi noche que como tantos sábados no querría que acabase,
bueno mejor decir ya domingo (01.22) pero estoy cansado y me iré pronto.
Esta noche no hablare de mi, o si, no más bien no. Hablaré
de algo que me ha recordado una película esta tarde. O de alguien mejor dicho,
que me ha recordado la película en cuestión.
Tenía ganas de verla porque hacía demasiado que la había
visto y pensé que era el momento. La he puesto en la platina del dvd y me he
sentado cómodamente. Ha comenzado la música que como nadie conducía André
Previn, que hizo la adaptación de la música original de F. Loewe; Mi querida
señorita. Si, y es bonita esa música, y ella, ella, estaba preciosa en esta
película. La verdad es que es un poco larga pero se lleva bien. Y me recordó
como en cierto modo a él también le alcanzo el mito de Pigmalión
(http://www.oya-es.net/reportajes/pigmalion.htm), y ahí fue donde empezó el
principio del fin de aquella hermosa historia de amor que a mi vista ha
sido la más intensa, bonita, irreal a veces surrealista otras, y al final
desgraciada de las que he podido ser testigo más o menos cercana.
Sé que en uno de aquellos paseos por el estanque un día le
dijo a ella algo que él llevaba demasiado tiempo en su cabeza y que de no haber
sacado de ahí y convertido en palabras, aquello quizás no habría desatado ese
final que se precipitaría antes o después, pero es humano y siempre tropezara
una y otra vez en la misma piedra, porque lo ha vuelto a hacer una y otra vez.
Aquella aciaga tarde le dijo lo que tantas veces había
pensado sin decir, y ahí ella se dio cuenta de que de pronto tenía celos de
otra mujer que curiosamente era ella misma.
De lo que no cabía duda es que el la amo como a nadie en el
mundo. Pero fue demasiado tener que competir con sí misma, y creo que no lo
supero nunca.
Pasaron los años y al final todo se acabo, aquí sí, no como
en el Pigmalión de G.B.Show.
Bueno muchos hemos tenido nuestra Galatea particular, así es
que no escupiré hacia arriba, porque al final acabaría cayéndome encima.
P.D. Difícil poner aquí una foto que no se si encontraría en
mi archivo, así es que pondré una relacionada conmigo más que con el sujeto de
esta historia. O quizás sería más fácil poner una de Audrey Hepburn.
Es fácil caer en el efecto Pigmalión si tienes una discípula aventajada que sabe juntar trabajo y travesura.
ResponderEliminarY haberlas haylas.
Vaya que sí.
ResponderEliminarSaludos
Competir con nosotros mismos es la más dura de las competencias. Siempre saldremos ganando, pero también siempre saldremos perdiendo. Es inevitable.
ResponderEliminarBeso
Pero no tenía razón alguna. Porque ella era única.
EliminarBesos