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Son coeur est un luth suspendu; sitôt qu'on le touche il résonne.

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Por si se me escapara alguna palabra rara...

“Somos primos del castellano, pero no hermanos o hijos”

sábado, octubre 16, 2021

INICIATIVA: Léeme un Cuento - La mañana que los pájaros se olvidaron de cantar -Walt Liebscher-

 


Al final he recogido el guante que lanza Tiffany en su bitácora; "Plegarias en la noche" y me he decidido a colgar un cuento gótico que ya subí hace años  como explico en esa entrada en mi antiguo blog "Erik" alojado en Blogía. y a la vez dejo el enlace ahí arriba del suyo.




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01/01/2006 20:35

2005

Anoche no pensaba hacer hada fuera de lo corriente para despedir el año, al fin y al cabo a mi esto de los fines de año me han importado siempre un pimiento y no le doy mayor importancia que la que le daría al paso de cualquier día al siguiente. No salí en toda la tarde de casa, pero como quiera que me asome a la ventana de la terraza y vi que en la parte alta de la ciudad, esa por la que me gusta dar los paseos nocturnos, estaba toda ella envuelta por la niebla, y como María estaba empezando a dar lata, fruto del aburrimiento de una tarde larga y tediosa encerrada en casa. Decidí llevarla a dar un paseo conmigo por allí y hacer unas fotos de paso, que se que a ella eso la encanta sobremanera.

De todas formas ya tenía pensado que la última noche de este anno horribilis y no por ser la última no iba a dejar de dar mi paseo por las alturas. Lo haría como cada noche que puedo hacerlo.

Mientras que por la zona baja de la ciudad tan solo se sentía el ambiente de una tarde mas otoñal que invernal a no ser por las luces navideñas desparramadas por esta o aquella calle, este o aquel balcón.... El ambiente sin embargo por allá arriba entre los vetustos edificios del siglo XV envueltos en una niebla densa que humedecía los huesos sin piedad era de una paz que se podía mascar al igual que la sopa de guisantes que lo llenaba todo. Y los rayos que se colaban entre los cipreses y olivos que adornan la plaza que queda frente a la iglesia de Santa María la Mayor procedentes de los focos que alumbran esos edificios monumentales le daban un tono fantasmagórico. Lo dicho una gozada gótica total. Pero, ¡Ah! eso es para vivirlo in situ, no para imaginárselo leyendo estas líneas mal garabateadas con mi pobretón estilo narrativo.

Luego ya en el castillo la niebla se podía cortar y el viento frio que reinaba en lo más alto helaba las manos y casi la cámara, así los niños corrieron a sentarse delante de los grandes focos que iluminan los muros del viejo castillo donde pocos turistas esta noche paseaban quizás tan solo dos o tres parejas y una en particular al cobijo de la niebla entregada a un abrazo largo y confortante se besaban sentados encima de una de las almenillas posteriores al castillo, dejando tan solo ver su silueta negra por los focos que desde arriba iluminan almenas y muros.....

El amor en negro llenando toda la noche apacible. Y alegrando las últimas horas del año que por fin iba a acabar, y que no por ello dejara que el que empieza sea mucho mejor. ¡Seguro! Porque como dicen por ahí: --¡Si piensas que esto es malo, aun se puede poner peor.........!

¿Quién sabe, a lo mejor este es el año maravilloso que todo lo trae bueno, lindo, colorido.......?

Seguramente.

 

Y como lo prometido es deuda y a una chica le prometí en un comentario en su blog que como correspondencia a un cuento lindo que me conto ahí. Le transcribiría otro y como quiera que es un poco más extenso que el suyo, lo hare en varios días. Aquí va: Se llama "La mañana en que los pájaros se olvidaron de cantar" de Walt Liebscher . Es un relato corto que se publico en una antología de horror de la editorial Bruguera y es uno de mis mimados de mi biblioteca gótica particular. 


 


 La mañana que los pájaros se olvidaron de cantar -Walt Liebscher

 


 

Nunca olvidaré la mañana en que los pájaros se olvidaron de cantar. Nunca mientras viva. ¡Mientras viva! Esta es una afirmación que me interesa recalcar.

 

Pero estoy divagando. Cuando yo haya muerto, creo que el mundo debe conocer mi historia, y por eso la escribo ahora. Y cuando la haya terminado la pondré al lado de mi testamento. No creo que a él le importe en absoluto. De hecho, lo que deseo es verle allá, por increíble que parezca.

 

Por aquella época tenía el hábito de leer hasta que la luz del sol se filtraba por las cortinas. Entonces, con delectación, cansado, me sumergía en un profundo reposo. Nunca en mi vida me ha gustado dormir demasiado. Mi descanso ha sido siempre como una muerte placentera, seguida de un despertar que se asemejaba a una reencarnación: para mí sin momentos de felicidad.

 

Aquella mañana me encontraba absorto releyendo mi novela favorita. Un relato extraño, encantador, pero intento de los dioses griegos, de la reencarnación y de las glorias del antiguo Egipto. Tarde en la tarde, escrita por Arthur McArthur.

 

A menudo me había maravillado que aquel hombre de nombre capicúa y su novela de titulo también capicúa, hubiesen conseguido año tras año captar toda mi atención.

 

Aquella novela siempre me había hechizado, tal como he dicho, y me hacía sentir profundamente atraído por su lectura.

 

Me encontraba absolutamente inmerso en las actividades más bien inquietantes de una casa de placer egipcia, cuando subconscientemente mi atención se apartó de la novela.

 

Algo inusitado ocurría. Como de costumbre, cuando me distraía de la lectura, inconscientemente cogía un cigarrillo. Al hacerlo esta vez, mis ojos quedaron fijos en el reloj de la mesilla de noche. ¡Las cinco y cuarto! No imaginaba que fuese tan tarde, Fue entonces cuando se formó en mi cerebro la pregunta: ¿Dónde estaban los pájaros?

 

Siempre, con la primera luz del alba, los pájaros saludaban el día con sus trinos y cantos. Mis pequeños amigos emplumados eran casi un despertador de tanta confianza como la campana de la iglesia que nunca dejaba de soltar su alegre tañido a las seis en punto. Aquella era mi sinfonía natural, mi señal melódica para apagar la luz y sumirme en un plácido reposo. Pero esta vez, me sentí profundamente desasosegado.

 

Me levanté de la cama y fui hacia la ventana. Separé lentamente la cortina y la abrí. El mundo exterior parecía estar envuelto en una niebla espesa y tangible. Casi al mismo tiempo, se apoderó de mí una sensación ultra terrena. De pronto me di cuenta de que estaba increíblemente frío.

 

 

 

 

En una especie de estupor escalofriante, me quedé boquiabierto ante la ventana mirando la niebla gris y viscosa que iba penetrando en mi habitación. Durante lo que pareció una eternidad mis pies parecieron estar pegados al suelo. Finalmente, tuve la presencia de ánimo de ir a mi armario ropero y coger algunas prendas. Me vestí aturdidamente calzándome unas zapatillas de estar por casa.

 

Seguía sintiendo frío. La extraña y movediza niebla que ahora llenaba por completo mi dormitorio parecía acariciar con dedos de hielo el tuétano de mis huesos.

 

De pronto, me sentí inexorablemente empujado hacia el exterior. Con mucho recelo, y con unos movimientos que no respondían en absoluto a mi propia voluntad, abrí la puerta de mi habitación y me dirigí hacia el vestíbulo. La niebla se arrastraba tas de mí. Llegué a la puerta principal, la abrí y di unos pasos en el porche. A lo lejos oí el silbido lúgubre de un tren. Mentalmente me aferré a aquel sonido, como si fuese mi último vínculo con la realidad.

 

 

P.D. Aquí lo dejo, hacia mucho que no venía a visitarme este maldito dolor y ha venido con el nuevo año y sin avisar, pero no hay nada que un vaso de agua no solucione en estos casos, aunque reconozco que esta vez se ha pasado un poco y me ha dejado un poco mareado. Voy a salir a tomar un poco de fresco, pero por si acaso me llevare mi botellita de agua.....

 

Continua . . . 

 

 

(El día que los pájaros se olvidaron de cantar, II)

 

 

 

      La niebla lo había invadido todo. El mundo entero parecía una fantástica sinfonía en gris…, gris claro, gris oscuro, gris nauseabundo, húmedo, sinuoso, penetrante, helado. Salí del porche y empecé a caminar, empujado hacia algún destino desconocido.

 

      Súbitamente me detuve, agachándome para tocar la hierba gris y mojada por el rocío. Mis dedos cogieron delicadamente un manojo de plumas aún cálido. Al caminar, lo hacía empujado por mis pies calzados con zapatillas. Instintivamente supe que el animal estaba muerto. Era uno de mis pájaros, uno de mis pájaros que nunca volvería a cantar. Como un niño me senté en la hierba fría y empecé a llorar silenciosamente, apretando el cuerpecillo contra mi mejilla. Parecía ser la única cosa cálida que quedaba en el mundo.

 

      Se aproximó lentamente.

 

      - ¿Por qué lloras? – preguntó la masa gris y lánguida, cerniéndose sobre mí.

 

      - Lloro porque me siento desgraciado y tengo miedo- le dije.

 

      - ¿Eres desgraciado porque he tocado los pájaros?- me preguntó la masa gris mientras se iba concretando en algo que sugería la silueta confusa de un hombre.

 

      - Si al tocarlos has causado su muerte, sí. Por esto me siento desgraciado. Miré con desafío a su cara gris y sin forma.

 

      - ¿Y te asustas de mí?- inquirió aquello.

 

      - No por mí mismo, sino por lo que puede ocurrir a los demás. Nunca te he temido. Pareció atraer hacia sí más volutas de niebla y se sentó a mi lado sobre la hierba.

 

      - Así pues, ¿sabes quién soy?

 

      - Sí, lo sé.

 

      - De verdad- le dije-, deseo que algún día, y de algún modo, encuentres lo que anhelas.

 

      - Si lo consigo, procuraré hacértelo saber. Su forma gris se dibujó instantáneamente en la luz de un súbito sol matinal. La niebla se disipó y me pareció oír su voz desde una distancia muy remota. Cantaba una canción muy extraña, pero que para mí resultó llena de significado. Reconocí las notas de: Hasta que volvamos a encontrarnos.

 

y III

 

        Cuando hace ya muchos años escribí este relato, supuse que estaba llegando al término de mi viaje a través del tiempo. Pero es obvio que sigo aquí, y debo añadir ciertos comentarios.

 

        Ayer, al amanecer, un pajarillo se posó en el borde de mi ventana y empezó a cantar. Nunca en mi vida había escuchado un canto tan vigoroso y ardiente. Parecía que el cielo se hubiese abierto y aquella avecilla llevase acumulados en su pecho los sonidos más hermosos del Universo. Allí estaban la luz del sol, la claridad, el amor, la amistad, el misterio. El canto continuó mientras yo permanecía echado en la cama, arropado y sin mover ni un músculo, temiendo interrumpirlo.

 

        No sé cuánto tiempo permanecí hechizado por aquellos trinos mágicos, pero en un momento dado empecé a escuchar la melodía inconfundible de Hasta que volvamos a encontrarnos. La canción alcanzó unas notas de puro éxtasis. Creí que iba a morir de gozo. La esencia auténtica de la vida parecía fluir por cada poro de mi cuerpo.

 

        De pronto, la canción terminó. Miré hacia la ventana en el momento justo en que el pajarillo caía hacia un lado. Cuando lo cogí entre mis manos estaba muerto. Miré a sus ojos y vi en ellos algo indefinible, pero clarísimo. Aun muertos, aquellos ojos pedía ardientemente la llama de la vida.

 

        Como respuesta a una tierna súplica, me sorprendí a mí mismo hablando suavemente:

 

        - No, amigo mío, no estoy enfadado. No puedo negarte la vida de un pájaro a cambio de tanta alegría. El pajarillo te estará agradecido. ¿Cómo puedo sentir enfado si ahora soy tan feliz…al saber que al fin conseguiste tu anhelo?

 

        Después mire por la ventana y contemplé los cálidos y alegres rayos del sol mañanero.

 

        - Y, por favor, amigo mío -rogué dulcemente-, por favor, ven pronto a buscarme. Ciento veinte años son ya muchos, muchos años.



 

12 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Es para el blog de Tiffany. Del Halloween.

      Pero si que me va, fíjate que en los 69-70 que aun no se llevaba ya íbamos mi chica y yo de góticos.

      Besos

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  2. Y si, son muchos años.
    Las fotos impresionantes, parecen sacadas de una película o serie de terror y suspenso.

    Abrazos, crack!

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  3. Pues son de mis paseos pero si podrían servir para eso seguramente.

    Un abrazo

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  4. ¡Ciento veinte años son una eternidad!, aunque ese paisaje de tus fotos seguirá intacto muchos más años.
    Un magnífico cuento que me ha tenido enganchada hasta esa frase.

    Por si te interesa, te dejo un blog con pequeñas historias que creo te van a gustar:
    https://luzypapel.blogspot.com

    Besos.

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    Respuestas
    1. Es un relato muy así. Tiene mucha miga.
      En cuanto alas fotos esos cipreses ya van siendo muy vejetes y alguno esta ya muy deteriorado, esperemos que duren y duren y duren...
      Interesantes esos blogs que me indicas.

      Besos

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  5. Hola Erik, muchas gracias por sumarte a esta iniciativa *-* me encanto y obviamente porque es un relato gótico jejeje los cuentos de los que participan los voy subiendo a las redes de Plegarias en la Noche para que más lectores pasen por sus blog no solo a leer estos geniales relatos sino que también para que conozcan sus espacios ;)

    Un saludo enorme desde Plegarias en la Noche.

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  6. Buen cuento y mejores fotos amigo, son muy impactantes. Los cipreses, tienen de vida cientos de años, existen ejemplares con 1000 años de antigüedad o más. Los de la Alhambra también tienen cientos de años, es un árbol muy longevo.
    Un abrazo Erik y buena semana.

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    Respuestas
    1. Si pero alguno de estos ya están muy vejetes un día de estos pondré la foto de uno que hay junto a un panteón de un grosor tremendo.

      Saludos

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  7. Esa foto de amantes en la niebla es para cortarse las venas de bella, y me la llevo claro, como siempre hice antes.
    Los cuentos tan especiales como tú.

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    Respuestas
    1. Esa estuvo en esa entrada de arriba que pertenece a mi antiguo blog, el blog de Erik en Blogia lo que ocurre es que la fotografía ya no salía porque el servidor donde se alojaba se dio de baja y he tenido que rescatarla. Tiene mas de quince años creo.

      Claro, me parece muy bien si te gusta...Yo por mi parte también tengo alguna guardada.

      Beso

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