invisible

 

              Hacía una de esas mañanas que a mí me gustan para hacer fotos por lo cambiante de la luz y porque predominaba esa luz tristona que me gusta luego sale lo que sale.

             A lo largo del camino y sobre todo al llegar a la plaza mayor que un día como hoy se vería llena de gente sobre todo en las terrazas. En cambio la imagen tenía un tinte de distopía total en la dirección que mirara. Las vista como siempre era para pararla en la memoria de la cámara pero en el ambiente flota un sentimiento de que algo pequeño e invisible amenaza en el lugar más inesperado. Era como pasear por los decorados de cualquiera de esas películas que muy pocos pensaran al visionarlas que pudiera escapar de un guión  salido de cualquier mente más o menos fantasiosa.

             Después en el viejo cementerio, todo el suelo a mi paso regado de ramos de flores aún protegidas por el papel transparente y alguna cinta conmemorativa. Seguramente la borrasca de la noche pasada y el viento han puesto su parte en ello, así como botellas de plástico de detergente líquido que el personal usa para la limpieza de las lapidas o regar las flores en macetas. Todo ello, la soledad flotando en el aire y el cielo a ratos gris eran lo más parecido a una de esas películas.

             Solo a última hora de mi paseo al llegar de nuevo a la plaza y después de un rato de contemplar las mesas y las sillas apiladas unas sobre otras en las terrazas, una chica ha aparecido atravesando toda la plaza inmensa y escaleras arriba a terminado perdiéndose por la Cuesta de la Sangre hacia la villa medieval.

             Hay vida. Aún queda lugar para utopía.