Anoche llegue tarde. Justo siete minutos antes del toque de
queda. Me cruce por el camino con jovencitos que corrían raudos a casa habiendo
apurado las últimas horas de un sábado que a duras penas se había contenido de
mojar el decorado.
¿Realmente
estamos tomando conciencia de lo que decimos? ¡Toque de queda! , ¡Nueva
normalidad..! Que sí. Nueva seguro que
lo es, ¿pero normal???
La mañana se ha
despertado oscura de un otoño de esos dos que se turnan a veces. Pues hoy
tocaba oscuro de colores intensos verdes grises azules y blancos manchados. Yo
por mi parte he decidido que sería mi normalidad, la de siempre, solo con
mascarilla pero por lo demás...
Me he pillado mi
cámara mi mochila mi lata de música en conserva con sus JBL correspondientes y
me he lanzado a subir a mis queridas alturas situadas en la edad media, por eso
pestes a parte, primero me he parado a ver como el sol se escapa unos minutos y
me dejaba ver el verde que ya se va haciendo duelo de mi tierra ocre durante
meses anteriores. Y como de costumbre me he puesto a mirar:
Iba hacia el
mirador de la Coria para desde allá arriba como otras veces ver y escuchar las
ovejas abajo mientras cortan el césped cuando antes de llegar lo que en
realidad he oído ha sido una flauta muy animada. En efecto al girar la esquina
del convento de la Coria justo en el
mirador; ¡el flautista!; -¡Coño! ¿qué hace un flautista en mitad de la Coria!
- Pensé. Aunque cosas más raras me he encontrado, como dos
escoceses frente a frente tocando la gaita.
La verdad es que
el día estaba de un gótico que asustaría al menos avezado a aventurarse por
esas callejuelas de la edad media y si no. Esos cipreses con un cielo que mas parecería
de una narración de E. A. Poe que de mi pueblo. Y al girar la cabeza en el
ventanal de Santa María de pronto una luz cuando hace un momento al pasar he
visto que la iglesia como ocurre estos días de epidemia, permanece por lo
general cerrada de cultos y visitantes (que no hay muchos últimamente) Luego al
acercarme el misterio era tal que la luz que se filtraba de otra ventana al
otro lado del templo. Pero las luces, la soledad del lugar, la extraña flauta
antes de ver al flautista y el ambiente frío inhóspito otoñal... pues eso.
En fin que ya
abajo me he comprado el periódico, a ver si por fin defenestraban al Trump y me
he largado de vuelta que hoy me toca hacer dulce de membrillo que ya me queda
poco y tengo que almacenar para lo que queda del año hasta un nuevo noviembre.
¡Ea! Sed malos que os sacara aunque un momento, de
la extraña normalidad.
Para mí, tampoco es nada normal todo lo que nos está tocando vivir, más bien, pura ciencia ficción. Tu comentario en mi blog se cortó, una pena, me quedé con ganas de más.
ResponderEliminarUn abrazo, Erik.
No se cortó. Solo es que pare ahí. Porque aun me duele
EliminarBesos
Quizás algún día cuente mas
EliminarSolo me queda la duda de si me hubieran dejado estar con ella quizás no se habría ido aun.
EliminarY eso en la madrugada a oscuras viene muchas veces
Es todo tan extraño, no tiene nada de normal.
ResponderEliminarBesos
Como poco surrealista
EliminarUn beso
De normal nada de nada, eso de llamarlo nueva normalidad es una aberración.
ResponderEliminarUmmmm dulce de membrillo, que rico y qué buenos recuerdos de mi niñez me trae.
Un beso y sí, seamos malos malos, jajajaja, eso que nos queda.
Claro que si. Es mucho mas divertido. Y con dulce de membrillo y queso fresco ya ni te cuento.
EliminarBesos