anteayer empecé pinchando en la bitácora a mi admirado Puccini, y suele aparecer un bello fantasma cuando pongo esa música. El bello fantasma de mi musa ida. Ahí me quejaba de que por más que lo he intentado todos estos años por mas querido que fuera no he conseguido que viniera a mis sueños, o al menos a mis sueños de la primera o la ultima hora en que solemos recordar que hemos soñado.
Creo que en total en cuarenta y muchos años ha venido como mucho tres veces.
Esta fue mi opera preferida de mi músico preferido. No sé cuantas versiones tengo, pero seguro más de siete, mi numero preferido y no por nacimiento si no quizás porque es como esa opera, el primo más querido.
Hoy tres días después he decido pinchar la primera de las que compre, una grabación de la DECCA y una de las mas antiguas en mi toca-discos. Son tres discos de vinilo que brillan al correr sobre el plato y a ratos me llevan a pensarla en un palco de la opera de París extasiándose con esa magnífica obra y pensando en mí, al menos en ese momento, porque no podía otra cosa, aunque a su regreso fuera el fin de todo aquello tan bonito vivido durante siete maravillosos años.
Después con la lejanía de aquellos sucesos y cuando ya el dolor no tiene cabida y solo los buenos momentos han quedado para el futuro pasado que es el presente, hoy. Al menos me queda que esa una de las últimas noches ante esta música en su cabeza solo estuve Yo.
Se está ahí arriba bien mirando como viene la noche.
Pinchar, no te imaginas lo mucho que me gusta llamar así a poner música... que tiempos aquellos de mi juventud...
ResponderEliminarBesos.
Los vinileros pinchamos continuamente. Yo ya lo hacia en la mía (juventud, ¿donde andará ya?)
EliminarBesos